Conforme han ido cesando las pasiones generadas por la
euforia del triunfalismo deportivo, confundido deliberadamente con el espíritu
nacionalista de un pueblo, han ido surgiendo nuevos elementos de juicio
respecto a que fue “irregular” el resultado del partido jugadon por la selección
peruana de fútbol frente a su similar argentina. en la etapa semifinal del
torneo mundial de 1978, escenificado en el país platense.
Una publicación de la tierra de Sarmiento,
especófocamente la revista “Yo fui
testigo” en su número 8, bajo el título “Los Militares y el Mundial”, transmite un interesante reportaje
sobre el evento deportivo más promocionadp del orbe.
Ahí aparece que el mundial no sólo es producto de la
organización y bdirección de la FIFA, si no que ésta actúa en perfecta
cophesión con otros entes, en esa oportunidad la Organización Iberoamericana de
Televisión (OTI), para controlar el sistema de información y la West Nally que,
son sede la brumosa Londres, aglutinaba en su seno aa empresas como la Coca
Cola, Seiko, Adidas, Gillette, Canon,JVC, entre otros. En la actualidad este
sistema se ha perfeccionado y expendido.
Este triunvirato, manejando muy bien la psicología de
masas, exacerba el espíritu de los pueblos hasta futbolizar el sentimiento
nacional, con el propósito de satisfacer los intereses consumistas de las
transnacionales, que no son otros que los del sistema capitalista en su mayor
expresión.
Pero, en lo que importa específicamnente a este artículo,
vamos a encontrar concordancia con lo que dijimos en el diario “La Voz” del 27 de junio de 1987 “que en algunas circunstancias, el deporte
“pasión de multitudes” es utilizado para promocionar imágenes políticas o en
otras para tender cortinas de humo sobre fenómenos sociales mucho más
trascendentales y generalmente críticos para el gobierno de turno”, pues
además de los intereses ecoconómico financieros estuvo presente el interés de
la dictadyra videlista de ocultar la brealidad argerntina, de buscar una imagen
distinta frente al mundo y pretender, en torno al nacionalismo futbolero,
agliti8nar bmasas contra la insurgencia antifascista,nutilizando un descarado
macartismo como el que “la subversión
apatrida y el comunismo internacional ha desatado una campaña antiargentina
para desprestigiar al gobierno que busca la paz”.
Esta táctica, nos revela “Los Militares y el Mundial”, fue diseñada por la Burson Masteller
& Asociados, empresas especialistas en el mejoramiento de imágenes
gubernamentales.
Antes hicimos especulaciones del colaboracionismo
dispensado por nuestros políticos y diplomáticos a la nefastab gestión
videlista en el Mundial 78, en base a la visita del dictador bargentino al
vestuario peruano o de otro personaje, ahora nos encontramos frente a la
contundencia de una denuncia aparecida en la página 123 de la revista cuyo
contenido estamos comentando, en el que se reproduce parte de un artículo
publicado anteriormente en el diario inglés “The Sunday Times” y en el periódico “Tiempo Argentino” el 24 de junio de 1986, en el que manifiesta
textualmente: “La Junta Militar que encabezaba
el General Videla ordenó la entrega de 50 millones de dólares a diversas
autoridades del Perú para asegurar el triunfo de la selección argentina de
fútbol frente a la de aquel país, en el Mundial de 1978”, continúa
expresando que “se pagó en dos formas la
primera con 35 mil toneladas de granos en el Callao, con barcos que arribaron
entre julio y agosto de 1978, la segunda fue con líneas de crédito del Banco
Central por un total de 50 millones de dólares”.
En estos acuerdos habría participado el Almirante
Lacaste, Presidente en ese instante del Ente Autárquico y “tres representantes peruanos”.
Como se aprecia, el tiempo nos da la razón, éste no era
un asunto meramente deportivo sino fundamentalmente político y que pese al
tiempo transcurrido de la publicación –setiembre de 1986 – no ha merecido
ningún mentis.
Han pasado casi 30 años del partido que perdimos por
goleada con Argentina, que necesitaba ganar por más de tres goles, y más de 20
años de la publicación, sin embargo queda ahí una sombra.
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