EL MAESTRO
ALEJANDRO VILLANUEVA
El sol se despuntaba
y alumbraba el nuevo día
y en el pueblo se advertía
un barullo matinal.
Lima despertaba, el sol limeño aparecía dentro la bruma
del invierno que empezaba a asomar. En la sombra el frío llegaba a los huesos y
en la calle o en el patio el sol quemaba la piel.
Mientras en el nosocomio
una vida se extinguía
tras de una lenta agonía
partía a la eternidad.
En ese despertar limeño del 13 de abril de 1944, una vida
entraba en su recorrido final. Era una figura espigada y morena, con rostro de
hombre bueno y ojos tristes, que tenìa los pulmones rendidos por las noches de
bohemia, de guitarra y de cajón, sin haber repuesto las energías gastadas en las horas de fútbol
maravilloso, vestido de gala en tardes deslumbrantes.
Figuras de otros tiempos
guardan hoy en mi memoria
cual un eco de la historia,
un mensaje del ayer.
Aquel negro criollo
que dio glorias al deporte nacional
un astro entre los astros
figura continental.
Y la evocación vuela junto a aquel futbolista prodigioso,
cuya largo y espigado físico le mereció el apelativo de “Manguera”. Aquel negro
de jugar endiablado , del dribling imposible. De aquel que escribía poemas con
el balón, dueño de la gambeta elegante y del pase exacto. Vencedor de la
gravedad en sus espectaculares caracoles, que culminaban con la pelota en las
redes adversarias. Y ese negro genial amó al balón y a la guitarra, a cuyo
compás se deshacía en el ágil ritmo del valse criollo o el zapateo de una
picarona marinera, junto a sus tíos Elìas y Augusto Ascues, con Braulio Sancho
Dávila, autor de “Idolo”.
Fue figura continental que pasreó triunfante en América y
en Europa, allá en el despojo de Berlín de 1936, la vez que Hitler impidió el
triunfo de los negros. Allí el maestro Villanueva lució su calidad, contra
Finlandia anotó dos goles, los otros los conquistó Lolo Fernández en hermosa
complicidad con el moreno victoriano.
Con Austria la cosa fue más difícil. Perdíamos dos a
cero, empatamos dos a dos, Villanueva hizo el gol de empate en magistral
jugada. En el suplementario Villanueva volvió a anotar y Lolo en acuerdo con el
maestro anota el cuarto. Había exhibido la majestad deslumbrante de su fútbol.
La figura de Villanueva siguió agrandándose y seguiría
recorriendo los campos del mundo con el Combinado del Pacífico: “U”, Alianza
Lima y Colo Colo de Chile.
Símbolo del Alianza Lima, del fútbol pícaro y elegante,
de la danza maravillosa que tiene el ritmo de la guitarra y del cajón, la
sublime belleza de la poesía, que es pintura indeleble en el armónica
contorsión de la gambeta.
Por eso cuando se entera de su muerte, ese extraordinario
bardo criollo Pablo Casas Padilla le va a cantar:
Fue un maestro sin igual
que nos hizo delirar
lo grande de su estirpe
y de su escuela.
Y el pueblo despidió a Villanueva como le correspondía,
como a ídolo. Al ciudadano del mundo que amó el fútbol, con el que hicieron un
pacto de elegancia y alegría, que llevaba en su sangre la enjundia de la jarana
criolla, pero sobre todo que tenía devoción por la amistad; en las reuniones a
las que llegaba era el más importante, no sólo por su fútbol sino por su
grandiosa humanidad, vestida con ropaje de alegría y de bondad, nos refiere
César Lévano.
América conoció su nombradía
Europa también lo supo apreciar.
Y al despedirse de ti
la afición con emoción
felices los que ayer batieron palmas,
que siempre vivirás en el recuerdo
Alejandro Villanueva
que dio lauros al Perú.
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