Es muy usual el
comentario de que el básquetbol es un deporte para personas altas.
Indudablemente que lo es, desde que sus gigantescos inventores colocaron el
cesto para marcar puntos a 3.05 mts. del suelo, obligando a que el balón tenga
un mayor control en las alturas, es que nació en Estados Unidos de
Norteamérica, en un Colegio de Springfield, James Naisminth lo creo y lo
reglamentó.
Por eso vemos normal
que los equipos de básquetbol en el mundo entero estén conformados por
jugadores de gran estatura.
Asimismo, el equipo
peruano que alcanzó mayor figuración internacional, cuarto en las Olimpiadas de
Tokio de 1964, fue posiblemente el de más talla en nuestra historia, donde el
gigante Ricardo Duarte fue el mayor anotador de este torneo.
En una oportunidad un entrenador norteamericano que
vino al Perú salió a pasear por Lima, proponiendo a los jóvenes de tamaño no
peruano que practiquen el básquetbol.
Sin embargo, el deporte
de la canasta es una práctica que ha alcanzado difusión mundial y todos los
escenarios están poblados de gigantes aunque fueran importados, como sucede en
el Perú donde la talla promedio es mediana.
Entonces, en un deporte
idealizado para grandes, resulta como un capricho de la vida que destaquen en
él los pequeños, los más chicos y en Huánuco nuestros suchos.
Esta realidad en el
Perú en Huánuco debe verse como una cosa normal, real. Porque los peruanos no
somos un país de altos, tampoco los huanuqueños, pero sí tenemos derecho a jugar
básquetbol utilizando los recursos que tenemos para hacerlo.
Por eso en esta
oportunidad, he decidido hablar de algunos de los grandes chatos que tuvo
nuestro básquetbol. No voy a pretender establecer quien destacó más, no, esa no
es mi intención. Quiero hablar de ellos, de sus características más saltantes,
de aquello que nos dieron con su básquet.
Al primero de ellos no
lo vi jugar, he visto fotografías, escuché hablar y conversé con él. Me refiero
a Andrés Quintana Gurt Sara, a quien después deportivamente lo identificáramos
como “Tarzán” en su función de delegado del León, equipo que justamente
defendió como basquetbolista en los años cuarenta.
También lo hizo por el
colegio en los campeonatos internos donde empezó a destacar y en la selección
del plantel.
Antonio Franciscovich
Rojas me refirió una vez que recordaba a Andrés como un efectivo lanzador, muy
rápido. En otra ocasión el destacado intelectual huanuqueño Carlos Castillo
Ríos, en un artículo de carácter político, inicia una referencia de Andrés
Quintana recordándolo como un basquetbolista oportuno, que esperaba la pelota
en el campo contrario y la recibía para encestar, “era un lauchero” manifestaba
satíricamente.
Conversando con Andrés
sobre el particular, él muy sonriente, con singular socarronería me dijo “al
comienzo nadie me daba importancia entonces no me marcaban y me dejaban solo,
recibía el pase cerca del tablero contrario y generalmente convertía. Pero
después me empezaron a cuidar, entonces tenía que escurrirme y anotar. Aunque
no todo era colarme al fondo, sino también saber lanzar entonces practiqué
mucho lanzamiento, de ahí que siempre fui score del equipo”.
Continuando la
secuencia cronológica damos un salto a la década del sesenta, encontramos al
que más conozco pues pertenece a mi época estudiantil. Se trata de Javier Tello
Figueroa, más conocido como “Huash”
Tello. Concluyó secundaria en 1960, jugaba básquet desde primaria, no
desperdiciaba las horas de recreo ni las madrugadas de estudio.
Desde tercer año de
secundaria integraba la selección del colegio, en la que se encontraban Pancho
Robles, Ethel Espinoza, Rafael “Palito” Fernández, Augusto Figueroa, Carlos
Chávez; no era titular pero ya alternaba con ellos, muchos le decían que era la
mascota.
De andar desgarbado,
fácilmente engañaba a los rivales que no lo conocían y también a los que lo
conocían. Gustaba jugar por el centro. Dueño de una gran habilidad para el
dribling con las dos manos, sobre todo sus amagues y salidas por los costados.
Su juego burlón trayendo su marca a la línea, para proyectarse en doble ritmo o
probar de media distancia.
Era un espectáculo
cuando se enfrentaba a los norteamericanos del Corsarios entre los años 1959 y
1963, especialmente a Samuel Wilson, un gringo de casi de dos metros. Lo
amagaba, le pasaba la pelota entre las piernas y salía jugando, el colorado
zapateaba de rabia y el público gozaba. A veces lo llamaba al mano a mano y el
público que incitaba, por no decir metía carbón, para ver el duelo.
En la Liga jugó al
comienzo por el Exalumnos, en ese entonces equipo del profesor Shiggio, docente
de Educación Física del colegio, luego con la partida de éste el club se
convirtió en Daniel Carpio en 1961, pero duró poco tiempo. No recuerdo si llegó
a jugar por el León, pero si estoy seguro que lo hizo por la Selección de
Huánuco.
También en el colegio
se fueron los mayores, hasta que él tomó la posta de Pancho Robles y asumió la
capitanía de la selección. Junto a él Renée Loyola, Carlos Maynetto, Fernando
Barrenechea, Mainardo Guillermo, Edgardo Huamán y Santiago Lazo.
Cuando “Huash” , con su
andar despreocupado partió hacia otras tierras para no volver a dejarse ver,
creo que se fue a Iquitos, ya hacía su aparición otro pequeño y gran
basquetbolista el “Chato” César Vélez de Villa Figueroa, atlético, de fuerte
contextura, dribling rápido. No le corría al choque, jugaba con fuerza y a eso
sumaba su extraordinaria agilidad en el rebote.
Jugó en el León al lado de Acucho Figueroa, Carlos Chávez, Adolfo
Valdivia, el profesor Eugenio Pastrana, extraordinario armador, que tampoco es
para contarlo entre los altos. También estuvo una temporada en el Círculo San
Pedro, entre los años 65 y 67, en que campeonó con “Dombi” Gómez en uno de sus
mejores años, no recuerdo haberlo visto en otro quinteto, lo cierto es que
integró la selección del colegio y de Huánuco.
Viene un período de
receso de nuestro baloncesto, hasta que llegan los años setenta, caracterizados
por el apogeo de Agro Ríos, que durante varios años campeonó en infantiles,
juveniles, damas y mayores.
El equipo auriverde era
auspiciado por ese gordo bueno que era Raúl Ríos Chacón y estaba dirigido por
Oscar Beteta Lazo. Hasta que llegó un
momento en que este equipo se convirtió en el Deportivo “La Perla”, que luego
de un breve tiempo se constituyó en el “Acuarius” que tuvo una importante
permanencia, siempre dirigido por el mismo técnico.
En esta institución
vimos a José Delgado Manzano, identificado con el “Sucho”, otro chato
excepcional para el deporte de los gigantes. Gran habilidad para el manejo de
la pelota también para la marca de jugadores de mayor talla, pero destacaba en
él su capacidad de conductor del equipo, corría incansablemente todo el campo,
jugaba con mucho sentido táctico. Lideraba el equipo que también integraban su
hermano Ricardo, los hermanos Court, Miraval, el “Chino” Sánchez.
En esa época un rival
de competencia del Agro Ríos era el Juan Bielovucic que tenía elementos de
mucha calidad, pero el que más destacaba y causaba dolores de cabeza a sus
adversarios era el más pequeño, Edgard “Cañón” Ramírez, calificado en más de
una temporada como el basquetbolista del año. Tenía un juego muy pícaro, una alegría
extraordinaria que contagiaba a la tribuna, vivía con contento el partido sin
perder la seriedad en la búsqueda del resultado. Armador, muy inteligente para
buscar espacios pequeños y con un tiro muy peligroso de toda distancia,
aparecía por donde nadie lo pensaba. Superaba fácilmente las marcas
individuales.
Con frecuencia era
víctima del juego fuerte, pero su sonrisa pícara y siempre bonachona era la
respuesta. Me parece que nunca dejó el Juan Bielovucic y jugó en los II Juegos
Centro Peruanos por la Selección de Huánuco.
En ese mismo tiempo
había otro jugador de baja estatura que daba que hablar, era la “Bruja” Serna
del Sherekhan , su principal arma era su efectividad en los tiros de media distancia,
desde donde era una verdadera amenaza para las defensas rivales de las que se
desmarcaba con mucha facilidad, pues sabía jugar muy bien sin pelota, aparte de
que por momentos asumía el armado del equipo junto con el “Chino” Guillermo
Gonzales.
Como les referí han
habido también otros jugadores de baja estatura en el básquetbol huanuqueño.
Los que he citado son aquellos a los que he conocido. Ustedes revisen el
archivo de sus nostalgias y encontraran multitud de basquetbolistas chatos en
los equipos de nuestra tierra, todos ellos con lo suyo rompiendo la regla de
que el básquetbol es para los altos. Pero si hay altos que no quieren jugar o
lo juegan mal, en el básquetbol del pillco habrá por mucho tiempo lugar para
los suchos.
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