Cuando hacía mis
pininos como aficionado conocí a Lucho
Sobero haciendo movimientos acrobáticos en
un campo de fútbol, elevándose de
espaldas al suelo y meciendo las piernas
en el aire tocar con un pie la pelota para ponerla en el fondo del arco
adversario.
Para luego levantarse
de un salto y levantar los brazos mirando el infinito ofrendando el gol a las
alturas.
Mas de una vez vimos
esta escena. Nos deleitaba la magia que había en este maravilloso jugador para
desafiar la ley de la gravedad, dominar en el aire su cuerpo y la técnica para
tocar la pelota con tal exactitud que le permitía colocarla lejos del alcance
del arquero, estando de espaldas al arco.
Pero no sólo era un
recurso para el gol, también lo hacía en
medio campo o para evitarlo, cuando el peligro se aproximaba sobre su arco
surgía su figura para con un espectacular
caracol alejar el peligro, sino recurir a la palomita en la que aparecía
cortando el aire como un misil para cazar el balón a media altura y conectarlo
de cabeza. También cuantos goles de palomita lo vimos conquistar.
Así empecé a ver el fútbol
mágico de Soberito en el León de Huánuco la década del cincuenta. Muchos
consideran que él con el Zurdo Ordoñez fueron los dos más grandes de la primera
mitad de esta década.
Vi a Lucho jugando en
diferentes puestos de la delantera, también como medio campista. Dueño de un
manejo excepcional de la pelota, una gran capacidad para desbordar por las
bandas a despecho de su talla, una gran disposición para jugar de pared y sobre
todo, estar siempre preciso en el lugar
que la pelota le raclamaba para anotar el gol; tenía un gran sentido del
desmarque. Esas virtudes no sólo lo hicieron un futbolista espectáculo sino
goleador de varios torneos, son varios los campeonatos que le debe el León a
los goles de Soberito.
A esto habría que sumar
la gran disposición que tenía para la ejecución de los tiros libres y su
seguridad en la ejecución de los tiros de penal, a los que siempre iba como él
decía: “sereno y el gol viene solo”.
Y pensar que ahora las
pantallas de televisión se agotan pasando inúmeras veces un gol de caracol, con
mayor razón si es en un partido internacional y poniéndolo como un prodigio a
aquel que realizó tal hazaña… sin embargo nosotros íbamos al estadio los
domingos para ver los caracoles de Sobero. No pudimos ver los de Villanueva
como los de la generación presente no verán los de Lucho Sobero, a quien le
agradecemos por la magia de su fútbol;
por haber hecho del balompié una obra de arte, un ballet sobre el césped, de la misma
manera recordamos y aplaudimos sus
goles, sobre todo aquellos que marcaba cuando el partido anunciaba su término.
Leonidas Sobero
Herrera, Lucho Sobero o Soberito, fue
uno de los grandes futbolistas que tuvo Huánuco y que tiene un pedestal en el
recuerdo.
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