lunes, 6 de abril de 2015

JULIO "CANCHERO" RAMÍREZ




Siempre los treinta de agosto vienen con el recuerdo de Santa Rosa, nombre de la santa limeña que tomó el club huanuqueño,  que  poco después de fundarse  acordó celebrar su aniversario institucional ese día.

Entonces también esa fecha viene con el recuerdo rosado, jornadas importantes, jugadores representativos, personajes como Víctor Fernández Mazuelos, el popular “Viejo Chileno” y todos esos hechos significativos que eslabonan la historia institucional.

En esta oportunidad llega hasta nosotros una mañana de domingo, cuando Jorge Espinoza Egoávil fue al campeonato de la segunda divisional y vio al arquerito del Libertad. El Santa estaba requerido de un portero, fue conversó con el guardaredes y  los dirigentes, con quienes existía afinidad institucional.

Al día siguiente, silencioso pero contento ya estaba entrenando  en la madrugada con el equipo rosado, como lo hizo hasta la víspera de dejar el fútbol de competencia oficial. Sus manos duras de albañil de oficio fueron moldeándose a la forma de la pelota con el trabajo constante, hasta convertirse en uno de los arqueros con mayor seguridad de manos en nuestro medio.

Llegó al Santa y decidió una sola vez. No dejó de entrenar un día sin justificación real, ni cuando le robaron su casa incluidos sus perros. Atajo en un sin número de campeonatos, habiendo obtenido títulos, así como en todas las etapas de la “Copa Peru” en diferentes oportunidades y lugares, sólo le faltó atajar en la final. Se enfrentó a rivales calificados como el A.D.T. de Tarma, donde visitantes en el último minuto detuvo un tiro impresionante del “Negro” Gavidia salvando la clasificación del Santa para la siguiente etapa.

No fue un arquero de marquesina, de voladas espectaculares o para llenar los ojos de las tribunas. Era de aquellos que devolvía el alma al cuerpo. Manejaba muy bien los ángulos, era muy difícil para los delanteros enfrentarse a él en un mano a mano, tampoco un penal a su arco era cosa segura. Ganó confianza y sobriedad en el campo, sin perder nunca su grandiosa sencillez.

Lleno de anécdotas, las que el mismo solía a veces contar traviesamente, con su clásica expresión de muchacho bueno, humilde, del barrio de “Aparicio Pomares”, hecho con la fuerza de la dignidad del trabajo, en el que fue escalando hasta llegar a ser maestro de obra.

Fuerte en la vida, fuerte en el deporte, responsable, convicto en sus decisiones y afectos, sin arrugas en el alma. Contaba sus cosas con su clásica expresión “a ver algo para matizar la vida ...”.

En Oxapampa el Santa se enfrentaba al Universitario de Chotabamba en la etapa regional, el árbitro era local. Cuando de pronto se vio frente a un delantero en evidente posición adelantada, en vez de salir a su cobertura salió más allá del atacante para reclamar al juez, que naturalmente no le hizo caso. El foward dueño de la pelota
la acomodó como quiso y lanzó un furibundo cañonazo para inflar la red, “Canchero” regresaba iracundo lanzando denuestos contra el señor de negro y se encontró con la pelota que regresaba del travesaño, cogiéndola en su pecho y levantado la diestra en señal victoriosa; Antonio Robles, que había transportado la delegación gritó “¡mago!”, cuando fueron a saludarlo al final del partido con mucha simpleza preguntó “¿Qué tal la hipnotizada?”.

El apelativo de “Canchero” le viene de su infancia, desde cuya edad aprendió a jugar en serio con la vida. Vendía cancha, mas no dejaba de ser niño y jugaba al fútbol, ponía de arco su caja de mercancía y se ponía a tapar.

Así, podríamos narrar multitud de hechos deportivos y humanos de Julio. Cuando Ernesto Cisneros llegó como titular al Santa, en una oportunidad sufrió una lesión, entonces fue reemplazado por Ramírez, ya repuesto iba a reaparecer, entonces Jorge Espinoza le comunicó a “Canchero”este hecho, él con el rostro risueño se dirigió a Neto diciéndole “el domingo te doy tu oportunidad”; tras un brevísimo silencio todos rompieron en una carcajada y los dos porteros se unieron en un abrazo.

Un día en Lima, con Cisneros hablábamos de fútbol, de su trayectoria, de los  arqueros que había visto en Huánuco y de pronto surgió en él, con nostalgia y afecto, el nombre de Julio “Canchero” Ramírez ... El intervalo de nostalgia inevitable seguido de la sonrisa del recuerdo bueno: “Que buen muchacho, un señor, responsable, sencillo ... aprendió mucho.”

Julio una tarde se alejó de las canchas, en silencio como vino, llevándose guardados y silenciosos sus recuerdos, con la nostalgia en sus pequeños ojos.

Cuando terminó el partido te marchaste sin voltear la cabeza, no quisiste mirar el arco compañero de tu vida: alegrías y desencantos, pero sobre todo hombría y dignidad, cuando sé es un deportista íntegro como tú, donde más allá de las tapadas que te aplaudimos y los goles que salvaste, está la grandeza de tu sencillez y lealtad, que te ha brindado el derecho de ser uno de los símbolos santarrosinos.

En esta crónica rindo homenaje a quienes, como Julio “Canchero” Ramírez, supieron hacer del deporte una  escuela de grandiosa sencillez.






No hay comentarios:

Publicar un comentario