En todo deporte hay un
instante culminante que causa la explosión de la emoción contenida por el
espectador, donde este vuelca todo su entusiasmo y traduce su identidad con una
divisa.
En el voleibol las
tensiones van subiendo mientras la bola está en el aire viajando de un campo a
otro con la angustia de caer y todas las tácticas están destinadas a hacer que
la bola caiga en el campo contrario, porque esa suma de caídas son las que van
a dar puntaje al equipo y consecuentemente la victoria.
Por eso cada caída de
la bola es festejada por unos y lamentada por otros, pero hay algo común que es
la admiración de la que gozan las matadoras, que es el caso de Huánuco donde
muy pocas veces hemos tenido la presencia del voleibol masculino.
Y es que ellas son la
imagen victoriosa del equipo, son las que generalmente culminan las jugadas de
ataque con un mate contundente o bien colocado, que no puede ser detenido por
la defensa contraria o porque ésta ha sido descolocada.
Ellas culminan el
esfuerzo de sus compañeras en defensa y armado, de las que evitan el punto
adversario y de quienes preparan la bola para que la matadora ejecute la
sentencia.
Así en todas las época
del voleibol del valle del pillco han habido matadoras, desde cuando se dieron
las primeras contiendas, en el equipo crema del “Ollanta” figuraban
Esther Villar que lucía buena talla y Nilda Tapia dueña de una gran
contundencia, mientras que en el “Diana” mostraba gran efectividad en el mate
por su talla y fuerza Enma Sara.
Luego vendrían otros
equipos de los que no hemos podido encontrar información hasta llegar a los
años treinta, época en la que el “Juan Bielovucic” y Cultural Tarapacá llevaron
también sus rivalidades al voleibol, en el sexteto bielista destacaban como
matadoras Isabel Figueroa y Julia Cañoli, mientras que en las tarapaqueñas la
más destacada era Adelina Barrueta.
Al promediar los años cuarenta verían en el escenario a
matadoras destacadas en el equipo del River, estaban ahí Ana Orihuela Chamorro
y Rosa Carranza Vidal, luego años después en el cincuenta vendría una nueva
generación en el Club Lawn Tenis, se trataba de las hermanas Cuculiza
Torre, María Luisa, Lily y Luisa María, que además
practicaron basquetbol, ellas posteriormente se incorporarían al
Circolo Sportvo Italiano.
Muy cerca tendríamos la presencia destacada de dos
excelentes matadoras, también basquetbolistas, Elena Pérez en el León de Huánuco
y Bertha Fano en el Tarapacá y Santa Rosa.
Los inicios del sesenta
verían a una matadora destacada en las filas del Corsarios, se trataba de
Zeny López Figueroa, en el Amarilis
figuraba Aguith Rozales y René Tello, y en el equipo de las Cruzadas Gladis Jara.
Pasarían algunos años
todavía para que se viera resurgir el voleibol huanuqueño y con ello la
aparición de nuevas figuras, el Campeonato Nacional Interbarrios de Voleibol de
1966 fue determinante para el inicio de una nueva etapa en el deporte de la net.
Así en el Círculo San
Pedro, que representó a Huánuco en este torneo, vimos la presencia de una de las matadoras más
importantes de nuestro voleibol María
Elena Cabanillas, dueña de una
extraordinaria agilidad y contundencia, unida a grandes reflejos físicos y
mentales. Integrando este mismo equipo, pero como suplente, figuraba Vivian
Meza quién luego fue incorporada a la Selección Nacional, tenía un imponente físico, mataba con las dos manos, tenía doble perfil para el mate, sin lugar a dudas una jugadora excepcional,
pero que parece que no sintió el voleibol.
Mientras Rosario Olivo
Cañoli hacía sus aprestos en el Social Celendín y Carmen Marín Horna era la
mascota del seleccionado, ellas años después en los setenta serían las más destacadas matadoras de
nuestro voleibol. Charo en las filas de Celendín, “Juan Bielovucic” y Sherekhan, Carmen Marín en el Sherekhan. Fueron dos
jugadoras de gran calidad, excelente contextura atlética, con gran fuerza y
agilidad, libraban emotivos duelos cuando se enfrentaban y eran contundentes
cuando se juntaban.
Luego de Gina
Benedetti, la última matadora que llegué a ver en Huánuco fue a Ena Espinoza
Cañoli en las filas de Sherekahn, lucía
contundencia junto a la net, fuerza en el mate y colocación del balón, aparte
de ser dueña de un buen bloqueo, pero sobre todo mucho temperamento. Ella
lideró el equipo de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán que obtuvo el
título ínter universitario y la clasificación para representar al Perú.
La matadora en el
voleibol es como el hombre gol en el equipo de fútbol, generalmente el equipo es identificado por la matadora, de
la misma manera como se identifica las selecciones nacionales como el equipo de
Lucha Fuentes o el equipo de Cecilia Tait, aludiendo a la matadora que jugaba
en determinada época.
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