lunes, 6 de abril de 2015

EL VOLEIBOL DE HUÁNUCO Y LAS MATADORAS


                                        
En todo deporte hay un instante culminante que causa la explosión de la emoción contenida por el espectador, donde este vuelca todo su entusiasmo y traduce su identidad con una divisa.
En el voleibol las tensiones van subiendo mientras la bola está en el aire viajando de un campo a otro con la angustia de caer y todas las tácticas están destinadas a hacer que la bola caiga en el campo contrario, porque esa suma de caídas son las que van a dar puntaje al equipo y consecuentemente la victoria.
Por eso cada caída de la bola es festejada por unos y lamentada por otros, pero hay algo común que es la admiración de la que gozan las matadoras, que es el caso de Huánuco donde muy pocas veces hemos tenido la presencia del voleibol masculino.
Y es que ellas son la imagen victoriosa del equipo, son las que generalmente culminan las jugadas de ataque con un mate contundente o bien colocado, que no puede ser detenido por la defensa contraria o porque ésta ha sido descolocada.
Ellas culminan el esfuerzo de sus compañeras en defensa y armado, de las que evitan el punto adversario y de quienes preparan la bola para que la matadora ejecute la sentencia.
Así en todas las época del voleibol del valle del pillco han habido matadoras, desde cuando se  dieron  las primeras contiendas, en el equipo crema del “Ollanta” figuraban Esther Villar que lucía buena talla y Nilda Tapia dueña de una gran contundencia, mientras que en el “Diana” mostraba gran efectividad en el mate por su talla y fuerza Enma Sara.
Luego vendrían otros equipos de los que no hemos podido encontrar información hasta llegar a los años treinta, época en la que el “Juan Bielovucic” y Cultural Tarapacá llevaron también sus rivalidades al voleibol, en el sexteto bielista destacaban como matadoras Isabel Figueroa y Julia Cañoli, mientras que en las tarapaqueñas la más destacada era Adelina Barrueta.
Al promediar  los  años cuarenta verían en el escenario a matadoras destacadas en el equipo del River, estaban ahí Ana Orihuela Chamorro y Rosa Carranza Vidal, luego años después en el cincuenta vendría una nueva generación en el Club Lawn Tenis, se trataba de las hermanas Cuculiza Torre,   María Luisa, Lily y Luisa María, que además practicaron basquetbol, ellas posteriormente se incorporarían   al Circolo Sportvo Italiano.  
Muy cerca  tendríamos la presencia destacada de dos excelentes matadoras, también basquetbolistas, Elena Pérez en el León de Huánuco y Bertha Fano en el Tarapacá y Santa Rosa.
Los inicios del sesenta verían a  una matadora destacada  en las filas del Corsarios, se trataba de Zeny López Figueroa,  en el Amarilis figuraba Aguith Rozales  y René Tello,  y en el equipo de las Cruzadas Gladis Jara.
Pasarían algunos años todavía para que se viera resurgir el voleibol huanuqueño y con ello la aparición de nuevas figuras, el Campeonato Nacional Interbarrios de Voleibol de 1966 fue determinante para el inicio de una nueva etapa en el deporte de  la net.
Así en el Círculo San Pedro, que representó a Huánuco en este torneo,  vimos la presencia de una de las matadoras más importantes de nuestro voleibol  María Elena Cabanillas,  dueña de una extraordinaria agilidad y contundencia, unida a grandes reflejos físicos y mentales. Integrando este mismo equipo, pero como suplente, figuraba Vivian Meza quién luego fue incorporada a la Selección Nacional, tenía  un imponente físico,  mataba con las dos manos, tenía  doble perfil para el mate,  sin lugar a dudas una jugadora excepcional, pero que parece que no sintió el voleibol.
Mientras Rosario Olivo Cañoli hacía sus aprestos en el Social Celendín y Carmen Marín Horna era la mascota del seleccionado, ellas años después en los setenta  serían las más destacadas matadoras de nuestro voleibol. Charo en las filas de Celendín, “Juan Bielovucic” y Sherekhan,  Carmen Marín en el Sherekhan. Fueron dos jugadoras de gran calidad, excelente  contextura atlética, con gran fuerza y agilidad, libraban emotivos duelos cuando se enfrentaban y eran contundentes cuando se juntaban.  
Luego de Gina Benedetti, la última matadora que llegué a ver en Huánuco fue a Ena Espinoza Cañoli  en las filas de Sherekahn, lucía contundencia junto a la net, fuerza en el mate y colocación del balón, aparte de ser dueña de un buen bloqueo, pero sobre todo mucho temperamento. Ella lideró el equipo de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán que obtuvo el título ínter universitario y la clasificación para representar al Perú.
La matadora en el voleibol es como el hombre gol en el equipo de fútbol, generalmente  el equipo es identificado por la matadora, de la misma manera como se identifica las selecciones nacionales como el equipo de Lucha Fuentes o el equipo de Cecilia Tait, aludiendo a la matadora que jugaba en determinada época.

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