Era
aún niño cuando escuché por Radio Central el partido que la “U” le ganó al
Alianza Lima por cuatro goles a dos, con tres goles de Lolo.
Fue
el 30 de agosto de 1953. Ese día me hice hincha de Universitario de Deportes y de Lolo Fernández. Lo cierto fue que a los dos
días esperaba ansioso la llegada de los periódicos para ver las fotografías de
los goles del gran cañonero del fútbol peruano.
Pero,
esa identidad que había logrado con él se tradujo en tristeza cuando anunciaba
su retiro. Ahí aparece dando la vuelta olímpica con los brazos en alto, en
actitud sacerdotal, con los ojos llenos
de emoción y de ternura dirigidos a las tribunas. Ahí también está foto en la
que corre abrazado con Terry y Castro después de un gol, hay otra que sale en
el festejo con la cabeza gacha, “como dolido por haber vencido al arquero”,
diría en tono reflexivo Rodolfo Espinar.
Años
después, cuando ya había leído la obra “Lolo, su vida y sus goles”, escrita por
Guillermo Cortez Núñez “Cuatacho” en 1958, tuve la suerte de ver jugar al más
grande del balompié peruano. Fue cuando los Olímpicos visitaron Huánuco por
segunda vez, vinieron con ellos Teódulo Legario en el arco, Cornelio Heredia
que ya se había retirado del Alianza Lima. Estaba Lolo, Campolo Alcalde, Prisco
Alcalde, Lolín Fernández. Se enfrentaron a la selección de Huánuco donde el
único veterano fue Shanti Lazo Zevallos. La primera visita de los Olímpicos fue
en julio de 1951, capitaneados por Carlos Tovar, con ocasión de fiestas patrias,
versión fotográfica que aparece en la revista “León de Huánuco” de Julio
Trujillo Pazos, basado en el testimonio de Oscar Ramírez Amanzo que capitaneó
el once huanuqueño.
En
esa ocasión llevé al estadio el libro, porque quería que lo autografiara. Se
hizo difícil por la cantidad de público que lo rodeaba, vestido deportivamente
fue llevado hasta un taxi que esperaba en la puerta para ser conducido a su
alojamiento. El partido había terminado con el triunfo visitante por un gol a
cero, anotación de Lolo de tiro penal, con un remate que no pudo detener Hugo
Bolarte.
Entonces
me dirigí al Hotel Astoria donde estaba alojada la delegación. Con mi libro en
las manos y el lapicero listo. Ubiqué el cuarto de Lolo, subí al segundo piso,
la primera habitación tenía la puerta abierta, Lolo sentado en una silla se
descalzaba. Pasé una y otra vez por el corredor sin atreverme a entrar. Hasta
que en un momento Lolo alzó la mirada de maestro bueno y me preguntó con
suavidad:
¿Me
estás buscando?
Sí
don Lolo le contesté.
Se
paró, jaló otra silla e hizo que me sentara a su lado mientras abría la primera página del libro.
¿Quieres
que la firme? Me preguntó risueño. Sí, le respondí
¿Cómo
te llamas? Le dí mi nombre.
Tranquilo
y sonriente escribió: “Con todo aprecio para mi amigo Edmundo. (firmado) Lolo
Fernández”.
Me
parecía increíble, tanto había leído de él. De sus goles en Lima con la “U”, el
“Rodillo Negro”, la selección, de los cinco a Racing, de los tantos en Berlín.
Entre nosotros, los muchachos del barrio conversábamos, hablábamos de él,
recordábamos cuando no quiso llenar un cheque en blanco para firmar por el Colo
Colo. Como admirábamos su fidelidad y desinterés, que hermoso.
Estaba
al lado de él, abrazado con ternura, era un hombre como todos, pero humanamente
diferente.
Hasta
que empezaron a venir los otros equipistas y los hinchas, me despedí.
-Chau
don Lolo.
Se
puso de pie, me cogió la cabeza y me acompañó hasta la puerta, luego me hizo adiós
con su mano y su mirada sonriente.
Había
cumplido mi propósito. El libro, aun perdido en los avatares de los cambios
domiciliarios sigue siendo mi tesoro. Fue muy importante estar junto a él,
conversar unas palabras en un momento especial de mi vida, cuando se empieza a
caminar la adolescencia y los sentimientos están invictos, en esos momentos los
afectos tienen una connotación especial y los hechos dejan profunda huella.
Esa
vivencia jamás se borrará de mi ser. Vive y habita en mí, como un modelo
ejemplar. Los seres que no sufren el mareo de la gloria o el poder son los verdaderos paradigmas de
humanidad.
Ahora
Lolo ha dejado el mundo físico y ya no soy aquél que buscaba su autógrafa.
Aprecio la vida desde otras dimensiones, de ahí que me permita decir en voz
alta que Lolo Fernández es mucho más que los goles conquistados, que el cheque
rechazado al Colo Colo, Lolo sale de la esfera de lo deportivo, porque este
hombre que educó con el ejemplo e hizo de su existencia una praxis de dignidad
humana, de lealtad, sólo merece el más grande de los títulos: Maestro del
pueblo. el representa el espíritu vallejiano del magisterio: “toda obra o voz
genial sale del pueblo y va hacia él...
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