Habían pasado
muchos años, desde que la bravura de Juan Perrys cubrió el cielo del deporte
peruano con el nombre de “Leòn de Huanuco”.
El “Cholo” Perrys,
como cariñosamente lo llamaban, fue en su época uno de los mejores pilotos del
país, junto a Arnaldo Alvarado y su legendario “Ladrillo”, Lizardo de las Casas
y su “Liebre”, Henry Bradley y su “Avispón Verde”, entre muchos otros grandes
de esa generación romántica del automovilismo nacional.
En Huánuco siempre
hubo una afición nata por el deporte de los fierros. Tal vez porque el
huanuqueño sea uno de los mejores ruteros del Perú, forjado como trochero en la
ruta a Pucallpa y en la entonces agreste carretera a Lima; pero también habían
de los otros, aquellos que hacían sus aprestos de corredores en las calles de
la ciudad.
Lo cierto fue que
se realizó una carrera de automóviles en la ciudad de Huánuco. Para decir
verdad no recuerdo exactamente la fecha ni quién la organizó, la ubico en los
últimos años de la década del cincuenta, pero sí tengo presente las principales
incidencias de la competencia.
El circuito tenía
el desarrollo siguiente: la Alameda de la República, Malecón Centenario
“Leoncio Prado”, Avenida de Circunvalación, cruzando la carretera al aeropuerto
en la altura de Las Moras, subida a Puelles, bajada de Puelles hasta Patrocinio
y nuevamente a la Alameda. La curva más peligrosa era aquella donde termina la
bajada de Puelles y para ingresar a la Alameda hay que hacer una ese.
La prueba fue en la
mañana. Gran cantidad de público se arremolinó en diferentes partes del
circuito, la explanada donde se ubica ahora el atrio de la Parroquia de Nuestra
Señora del Patrocinio era un lugar estratégico, desde ahí presencié la prueba.
La Alameda estaba totalmente flanqueada de espectadores.
Los preparativos se
venían dando desde días antes y los corredores preparaban sus carros en
diferentes talleres. Casi todos ellos eran ruteros, conductores de omnibuses o
camiones, o choferes de servicio público urbano.
Hubieron dos
pruebas, la primera fue la llamada carrera de carcochas, la prueba fue ganada
por Lucho Alvarado, conduciendo un automóvil coupé con techo de lona, siendo el
más aplaudido a cada paso. Fueron también grandes animadores de esta categoría
Pepe Márquez que llevó como copiloto a Pacho Orizano y Víctor de la Puente.
Luego vino la
segunda carrera, desde el inicio empezó punteando la competencia el cusqueño Clímaco Tupayachi, conduciendo un
Ford del año, llamado “Semilla de Maldad”. En la segunda vuelta hubo un momento
de tensión cuando Carlos Lasteros La Madrid con un Ford negro, se cruzó en
forma transversal en la pista casi a la mitad de la Alameda, se le salió una llanta,
pero el piloto logró controlar el coche que llevaba el nombre de “Condor de
Pasco”.
Pero el que se ganó
al público y estableció el record de vuelta fue el coche de Eleazar Tello “Cruz
de Puelles”, conducido por Augusto Ramírez Deza, hizo gala de gran seguridad y
temple en el manejo, gozando del aliento permanente del público; era quizás el
más joven de los participantes, pero su experiencia en las rutas ya lo
presentaba como un competidor serio, al final llegó tercero.
Fue un éxito el
evento, por el entusiasmo y la pericia conductiva que mostraron los pilotos.
Aquí empezaba a poner de manifiesto su vocación y capacidad de piloto de
competencia Augusto Ramírez, quién participó en varias competencias de los
“Caminos del Inca” y otras pruebas del calendario automotor nacional. Al final
fue alzado en hombros junto con el ganador Clímaco Tupayachi y el segundo
Lorenzo Rodríguez.
Los sabedores de
estas cosas veían en Ramírez al futuro representante huanuqueño en el
automovilismo nacional y no se equivocaron.
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