El Tarapacá había armado un conjunto sólido y renovado
para la nueva temporada.
Estaba dentro de él una pareja que cada vez se
comprendía mejor en el campo y en la vida.
Ambos crecidos en el
barrio de San Juan, aunque Filli había jugado anteriormente por el Alianza
Huánuco.
Féliz Rivera y Ramón Malpartida, llamados más fácil
y familiarmente Filli y Ramón.
Ambos delanteros y
fuertes, eran la virtud común que tenían como atacantes, además de no saberle
correr al área. Pero, como en todo, cada uno de ellos en los momentos
culminantes ponía en juego lo mejor sus virtudes.
Filli, era el de entrar
jugando, rompiendo gente en área contraria, con gran capacidad de penetración,
tratando de llegar al fondo sobre la maraña y a veces la violencia de la
defensa rival, para sacarla hacia atrás.
Ramón que acompañaba a
su comparsa hasta las inmediaciones del área, esperaba el servicio medido y a
media altura, para sacar un remate fuerte de bolea, dejando generalmente la
pelota en el fondo de la red.
¡Cómo admiraba “Chileno”! la forma de pegarla que
tenía Ramón, entraba a la carrera y sin que cayera la empalmaba con fuerza y
dirección, dominaba con gran seguridad esta técnica.
El año sesenta sin
lugar a dudas fueron importantes figuras del campeonato, a pesar de la
aparición de rostros nuevos traídos especialmente por el Mateo Aguilar, ese año
fue el de los dos compadres que integraron varios seleccionados de Huánuco.
Su clásica jugada se
siguió viendo por muchos años más, eso mismo hacía Calatayud en la “U” para la
entrada de Cssaretto, “Pocho” Rospigliosi la bautizó como la puñalada.
Pero ya ven, en el
fútbol no hay secretos. Filly y Ramón tienen un lugar en el recuerdo del fútbol
huanuqueño, especialmente en la hinchada verdinegra del Tarapacá, donde los
domingos después de las victorias el “chino” Bernal solía improvisar valses
laudatorios a sus ídolos:
“Filli y Ramón son los compadres del gol...”
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