Es muy común decir, cuando no sé puede explicar algo o nos parece
ilógico al hablar del más popular de los deportes: “así es el fútbol”.
Esto sucede
generalmente en las derrotas, porque cuando se gana no se dan este tipo de
especulaciones. Las victorias magnifican las virtudes y esconden los errores,
como los seudos regionalismos o nacionalismos que nos generan un panorama
ilusorio.
Vencer nos da
alegría, nos vivifica, provoca el fenómeno contrario de las caídas, que a veces
desata la ira contra el ídolo de ayer.
Es necesario
considerar a los futbolistas como personas, son una posibilidad, nada más que
eso. Como tal tienen un límite que está dado por su capacidad, desarrollo,
preparación técnica, táctica, física, sicológica; además de otros factores de
carácter económico, social, institucional, entre los muchos que podríamos
citar. En suma un futbolista, por ende un equipo son producto de una realidad.
Cuando el León
derrotó en la rueda de penales al Unión Naranjillo, en un artículo publicado el
18 de enero en “Expresión Regional”, dijimos:
“Ahora es necesario pisar terreno firme, ser concientes
de que se ha pasado angustiosamente la semifinal, en un partido que no pudo ser
más. La satisfacción egoísta de nuestra parte, está en que el club ganador es
de nuestra ciudad, así como que hubieron muchos jugadores huanuqueños que lo
dejaron todo en el campo. Para la final se tiene que mejorar mucho, seguiremos
conversando”.
Pero hoy hablamos
cuando los resabios de acritud todavía no han desaparecido de nuestros labios,
el C.N.I. con un dos a uno nos ubicó en el sexto lugar de la tabla. Escribiendo
igual que el día que derrotamos al Bolognesi. Como cuando sentimos rabia por la
forma como fue arbitrado el partido que nos ganaron los “Gigantes del Cenepa”.
La fustración del empate que no llegó frente al U.T.C. La desazón después de la
goleada ante José Gálvez, dejando mar de fondo y especulaciones múltiples.
El fútbol no ofrece
otra alternativa que la de ganar, perder o salir emparejados. El resultado es
consecuencia de la posibilidad que ostenta cada competidor, no es posible ir
más allá de ese límite. En la fecha inicial fue la de ganar, pero al final del
evento de ocupar el último lugar.
Tenemos que
admitir que esa es nuestra realidad futbolística, en un torneo que cada vez es
menos, en un contexto nacional que a nivel sudamericano ofrece el mismo rostro.
Es indiscutible
que escondíamos la esperanza de una sorpresa optimista después del partido
inaugural, en el que Jesús Falcón fue calificado como el mejor jugador de la
fecha. Esto también lo habíamos analizado desde otras perspectivas, teniendo en
cuenta que la Federación está en un proceso de reversión centralista, reduciendo
los militantes del llamado profesionalismo y buscando equipos provincianos que
convengan a sus intereses económicos y financieros.
Y manejando estos
mismos criterios están los denominados equipos profesionales o Asociaciones
Deportivas Profesionales que no son si no entidades oligopólicas, sus empresas
auspiciadoras, los medios periodísticos monopólicos y todo el entorno del
microcosmos que constituye este negocio, producto de una nueva industria sin
humo llamada fútbol profesional. Todo inserto dentro del contexto del
capitalismo salvaje que estamos viviendo.
Siempre tuvimos
una actitud crítica frente al denominado fútbol profesional, tratamos
fundamentalmente de rescatarle lo social, deportivo, educativo y humano. En
este tiempo ha sembrado ilusiones profesionalizantes o salariales en la
juventud, constituyéndose en una opción ocupacional, como todas con su alto
índice de precariedad. Ya no sólo es la recreación dominical de una masa que
iba al rescate de sus esperanzas convertidas en goles que a veces nunca
llegaban.
Pero, en el caso
del León, la razón de esa colocación no está únicamente en la política impuesta
en el balompié peruano. El retorno del León a los niveles de base también es
consecuencia de algo concreto, que expresó claramente Carlos Chávez en una
entrevista:
“El León tiene dos etapas distintas, determinadas por su
ingreso al fútbol profesional. En la primera era una verdadera institución
donde había un presidente, una directiva, responsables, identificados, donde
todos trabajaban y respetaban un estatuto. Una plantilla de socios que cumplían
sus obligaciones. Hinchas que eran un verdadero apoyo para el club. Siempre
tuvimos un local lleno de niños, jóvenes y adultos cumpliendo diferentes
actividades: voleibol, natación, tenis de mesa, ajedrez. Era una verdadera
institución deportiva, sólo con trabajo y responsabilidad. Etra una verdadera
familia, nos costó sacrificio llegar a la profesional. Después se convirtió en
Asociación Deportiva de Fútbol Profesional y todo lo que fue el León institucionalmente
desapareció. A muchos sólo les interesaba su beneficio personal, una vez que
lograban lo que querían lo dejaban. Fue una gran oportunidad para ascender
social y deportivamente, para abrir nuevas puertas de formación sana a nuestra
juventud, pero lo primero que hicieron fue cerrar las puertas de lo huanuqueño
...”.
Eso nos dijo
Chávez, una de las personas con más autoridad moral, deportiva y profesional
para hablar del León con alegría, con dolor, con amargura, y así como recuerda
con orgullo y felicidad su vida deportiva entregada a su divisa, tiene el pleno
derecho de criticar con energía y claridad.
He citado su
expresión porque considero que es necesaria para la reflexión, no solamente
mirando al equipo crema, sino al deporte en general y al deporte nacional.
Mientras acá se ha jugado mucho con el espíritu huanuqueñista, a nivel nacional
se comercializa con el nombre del Perú, dando vida a un grupúsculo que desde
siempre especula agitando un seudo nacionalismo deportivo.
Esta actividad constituye
una muy buena muestra para el análisis de la realidad económica, social y
política de nuestros pueblos.
Es justo que
reconozcamos a quienes se entregan con honestidad, vergüenza deportiva e
identidad, agotando todos sus recursos y posibilidades, enfrentando
contingencias adversas, que con ellos de la misma manera que compartimos las
victorias lo hacemos con sus resultados adversos, alentando su esfuerzo por
mejores logros.
Desde 1997 Huánuco
no volvió a una final de la “Copa Perú”.
La pelota sigue
rodando, el futuro espera. Hagamos del deporte una escuela de vida.
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