Corría 1957. En marzo de ese año Macchio, Angelillo y Sívori habían
deslumbrado a la afición limeña coronándose campeones sudamericanos, llevándose
la “Copa América” a las riberas del río de la Plata.
Ese mismo año, un
árbitro italiano de buena gestión, Diego D’Leo, efectuaba el primer curso para
árbitros de fútbol. Ahí, dentro de sus alumnos figuraban un nikei delgado,
alto, de Pueblo Libre, llamado Arturo Yamasaki, ganador del silbato de plata en
el mundial de 1970; y un joven de talla mediana, pelo crespo, colorado, en su
tierra Huánuco había sido arquerito del club “Leoncio Prado” y venía de
Huallayco, sus amigos le decían “Canicas”, había terminado secundaria “en los
plácidos claustros santuarios” con Javier Barrueta, Víctor Quiñónez, Dimas Beraún,
Walter Pérez, Angel Llanos, su nombre: Antonio Contreras Palomino.
Ese mismo año
egresó la primera promoción “Diego D’Leo”. Tenían que hacer prácticas gratuitas
en divisiones menores, a partir de la cuarta categoría, para luego
paulatinamente ascender hasta primera, posiblemente un escalón anual.
De pronto la
Federación Peruana de Fútbol requería los servicios de dos árbitros nuevos para
integrarlos a los que ya dirigían en primera profesional. Ahí figuraba Alberto
Tejada Burga, Fritz Mayer y Muller.
Así fueron
designados de un salto, de un garrochazo, Arturo Yamasaki Maldonado y Antonio
Contreras Palomino, para dirigir en la primera división sin pasar por otras
categorías. Habían sido escogidos de entre 34 egresados.
Llegó 1958 y vino
el primer partido. Municipal, el equipo de la franja en el que militaba la
generación de Tito Drago, Manuel “Chino” Rivera, Heraclio Paredes, César Brush
que se iban y José Carrasco, Oscar Montalvo que tomaban cuerpo; y Juan
Seminario que ya era una realidad. Y el Alianza Lima de Rodolfo Bazán, Víctor
Benítez, Cornelio Heredia, Carlos Lazón, Guillermo Barbadillo, Valeriano López,
Félix Castillo, Jesús Escate.
“Fue mi primer partido y creo que el mejor de todos”.
Han pasado veinte
años en su vida de árbitro. Luce con humildad la satisfacción de haber sido el
primer huanuqueño que dirigió fútbol profesional en Lima y antes del
descentralizado, “después vendría mi
hermano Santiago Lazo”, nos dice con la sonrisa en los labios y los ojos
brillantes de emoción.
“Dirigí muchos partidos, entre ellos el Aurich-León de
Huanuco. También partidos internacionales amistosos, una vez del Santos de Pelé
y Coutinho, en otra oportunidad cuando vino Eusebio”.
“Pero un partido lleno de incidencias que no olvido es el
que conduje en 1972. Se trataba de un amistoso entre Defensor Lima y
Universitario. Esa vez los granates se llevaron media “U”, Challe, Rubén
Correa, Pedro Gonzales, José Fernández, no sé quienes más. Expulsé a cuatro
...” –entre ellos a Challe, le interrumpo-, “a Challe no, después te cuento ... saqué
del campo a Percy Rojas por liarse a golpes con Pedro Gonzales, a Féliz Salinas
por propinar un cabezaso a Tojo, a José Fernández por patear a Cuellar y a uno
más ...”
¿A Challe?,
volvimos a preguntar
“Challe me vino a reclamar por la expulsión de José y me
puso el pie, y cada vez me pisaba más fuerte y yo indicaba que saliera el
expulsado, ya eran cuatro fuera de la cancha, el partido en el campo de la “U”
que ganó por 3 a 2. Había que pensar dos veces para sacar una nueva tarjeta y
¿a quién?. No lo saqué y en el momento de irse me apretó más fuerte el pie”.
“A veces los árbitros tenemos que pensar en salvar el
espectáculo. No podemos aplicar fríamente el reglamento. Y todo resolverlo en
cuestión de segundos. Eso debería comprender el público, sobre todo los hinchas
...”, nos dice en tono filosofal.
Sus compañeros de
trajín arbitral desfilan por su recuerdo: el más grande Yamasaki, ahí están
Fernandini, Paulet, Alvizuri, “Zapatón” Rondón, Gargurevich.
Nos habla de sus
satisfacciones. El haber viajadoy conocido todo el Perú, como árbitro y como
instructor de árbitros.”Estuve también en
Huánuco donde sacamos una buena promoción ¿recuerdas?. Ahí estaban Spencer
Belgrano, el colorado Vásquez Jaramillo,Manuel Espinoza, Marcos Paredes, Rubén
Benítez. Un buen equipo”.
“El último curso lo dicté en Aucayacu”. “El formar nuevas
promociones de árbitros es otra de las cosas que llenado de satisfacción mi
vida. El trasmitir conocimientos técnicos, el darles orientación física, el
conocimiento de tus experiencias, el decirles que siempre deben actuar con
honestidad, que deben ser concientes de su responsabilidad como profesionales,
ser amigos de ellos. ¡Qué lindo hermano!”, exclama
“Canicas”, mientras repentinamente mueve los brazos hacia los costados.
En los corrillos
de árbitros, cuando ejercía la presidencia de la departamental de fútbol, una
vez escuché la versión de que los jueces principales tenían predilección por
tener a Contreras como juez de línea, le decían “Brazo de oro”, le muevo la pregunta y salta la respuesta, como el
banderín para marcar un fuera de juego, con la mirada seria y fija hacia el
otro campo:
“El árbitro debe tener capacidad para decidir. El juez de
línea para colaborar solidariamente, saber integrarse a la responsabilidad del
central”.
Le pregunto sobre
la decisión de la FIFA de preparar expresamente jueces de línea, de manera
especializada, en forma tal que puedan hacer carrera sin ser centrales.
“Buena medida, te dije, para cada caso se necesitan
atributos especiales”.
Inquieto, lo
requiere Orozco desde la puerta de la sede de la Asociación de Arbitros en el
Estadio Nacional, acaba de concluir una práctica con los jueces. Se despide con
un abrazo huanuqueño. Brota de sus labios un saludo para Aullico Ramírez y antes
de irse, con el gesto de docente expresa con énfasis:
“Recuerda hermano, que para el público no hay buen
árbitro. Todos son buenos y malos a la vez ... buen árbitro es el que no
arbitra”.
Se va “Brazo de oro”, en su época el mejor
juez de línea del Perú.
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