lunes, 6 de abril de 2015

LOLO FERNÁNDEZ - Ídolo deportivo y Maestro del pueblo



Era aún niño cuando escuché por Radio Central el partido que la “U” le ganó al Alianza Lima por cuatro goles a dos, con tres goles de Lolo.
Fue el 30 de agosto de 1953. Ese día me hice hincha de Universitario de Deportes y  de Lolo Fernández. Lo cierto fue que a los dos días esperaba ansioso la llegada de los periódicos para ver las fotografías de los goles del gran cañonero del fútbol peruano.
Pero, esa identidad que había logrado con él se tradujo en tristeza cuando anunciaba su retiro. Ahí aparece dando la vuelta olímpica con los brazos en alto, en actitud sacerdotal, con los ojos  llenos de emoción y de ternura dirigidos a las tribunas. Ahí también está foto en la que corre abrazado con Terry y Castro después de un gol, hay otra que sale en el festejo con la cabeza gacha, “como dolido por haber vencido al arquero”, diría en tono reflexivo Rodolfo Espinar.
Años después, cuando ya había leído la obra “Lolo, su vida y sus goles”, escrita por Guillermo Cortez Núñez “Cuatacho” en 1958, tuve la suerte de ver jugar al más grande del balompié peruano. Fue cuando los Olímpicos visitaron Huánuco por segunda vez, vinieron con ellos Teódulo Legario en el arco, Cornelio Heredia que ya se había retirado del Alianza Lima. Estaba Lolo, Campolo Alcalde, Prisco Alcalde, Lolín Fernández. Se enfrentaron a la selección de Huánuco donde el único veterano fue Shanti Lazo Zevallos. La primera visita de los Olímpicos fue en julio de 1951, capitaneados por Carlos Tovar, con ocasión de fiestas patrias, versión fotográfica que aparece en la revista “León de Huánuco” de Julio Trujillo Pazos, basado en el testimonio de Oscar Ramírez Amanzo que capitaneó el once huanuqueño.
En esa ocasión llevé al estadio el libro, porque quería que lo autografiara. Se hizo difícil por la cantidad de público que lo rodeaba, vestido deportivamente fue llevado hasta un taxi que esperaba en la puerta para ser conducido a su alojamiento. El partido había terminado con el triunfo visitante por un gol a cero, anotación de Lolo de tiro penal, con un remate que no pudo detener Hugo Bolarte.
Entonces me dirigí al Hotel Astoria donde estaba alojada la delegación. Con mi libro en las manos y el lapicero listo. Ubiqué el cuarto de Lolo, subí al segundo piso, la primera habitación tenía la puerta abierta, Lolo sentado en una silla se descalzaba. Pasé una y otra vez por el corredor sin atreverme a entrar. Hasta que en un momento Lolo alzó la mirada de maestro bueno y me preguntó con suavidad:
¿Me estás buscando?
Sí don Lolo le contesté.
Se paró, jaló otra silla e hizo que me sentara a su lado  mientras abría la primera página del libro.
¿Quieres que la firme? Me preguntó risueño. Sí, le respondí
¿Cómo te llamas? Le dí mi nombre.
Tranquilo y sonriente escribió: “Con todo aprecio para mi amigo Edmundo. (firmado) Lolo Fernández”.
Me parecía increíble, tanto había leído de él. De sus goles en Lima con la “U”, el “Rodillo Negro”, la selección, de los cinco a Racing, de los tantos en Berlín. Entre nosotros, los muchachos del barrio conversábamos, hablábamos de él, recordábamos cuando no quiso llenar un cheque en blanco para firmar por el Colo Colo. Como admirábamos su fidelidad y desinterés, que hermoso.
Estaba al lado de él, abrazado con ternura, era un hombre como todos, pero humanamente diferente.
Hasta que empezaron a venir los otros equipistas y los hinchas, me despedí.
-Chau don Lolo.
Se puso de pie, me cogió la cabeza y me acompañó hasta la puerta, luego me hizo adiós con su mano y su mirada sonriente.
Había cumplido mi propósito. El libro, aun perdido en los avatares de los cambios domiciliarios sigue siendo mi tesoro. Fue muy importante estar junto a él, conversar unas palabras en un momento especial de mi vida, cuando se empieza a caminar la adolescencia y los sentimientos están invictos, en esos momentos los afectos tienen una connotación especial y los hechos dejan profunda huella.
Esa vivencia jamás se borrará de mi ser. Vive y habita en mí, como un modelo ejemplar. Los seres que no sufren el mareo de la gloria  o el poder son los verdaderos paradigmas de humanidad.
Ahora Lolo ha dejado el mundo físico y ya no soy aquél que buscaba su autógrafa. Aprecio la vida desde otras dimensiones, de ahí que me permita decir en voz alta que Lolo Fernández es mucho más que los goles conquistados, que el cheque rechazado al Colo Colo, Lolo sale de la esfera de lo deportivo, porque este hombre que educó con el ejemplo e hizo de su existencia una praxis de dignidad humana, de lealtad, sólo merece el más grande de los títulos: Maestro del pueblo. el representa el espíritu vallejiano del magisterio: “toda obra o voz genial sale del pueblo y va hacia él...







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