La campaña del Santa
concitó especial expectativa. Luego de empatar en Pucallpa frente el Sport
Loreto y la goleada al A.D.T. de Tarma, los aficionados volcaron su interés por
lo que hicieran los rosados mientras que el León luchaba por aferrarse a la
categoría.
Luego vino un nuevo
empate, esta vez de local frente al Bata Sol, seguidamente goleamos al Sport
Loreto por cuatro a uno y caímos estrepitosamente de visitantes frente al
A.D.T. por cinco a uno.
Con estos resultados
llegábamos de copunteros a la fecha final, con seis unidades al igual que
nuestro rival de turno el Bata Sol, con quien nos tendríamos que enfrentar en el estadio “San
Martín de Porras”.
A.D.T. con cinco puntos
confiaba ganar a Loreto, como así fue, y que empataran los otros rivales, para
ver que pasaba con el asunto de los goles.
En Huánuco, jugaba en
el Estadio Modelo el León que andaba en problemas, tenía que imponerse al Grau
de Piura.
Había que ganar jugando contra todo
En Lima, los
santarrosinos estaban a un paso de la final, pero tendrían que vencer al Bata
Sol, favorito de la prensa capitalina que lo promocionó al extremo. Además les
preocupaba que el Santa pasara porque de
repente Huánuco podría tener dos equipos en la profesional. ¡Cuidado! Había que
jugar contra todo. Una vez escuche decir a Víctor Fernández Mazuelos cuando en
un entrenamiento César Mercado le reclamó ¿por qué le cobraba todo a los titulares?
a lo que le respondió que un equipo bueno debería estar capacitado para jugar
contra sus once adversarios, contra el público, contra el árbitro y contra lo
que se venga “por eso a ustedes los tengo que preparar para todo”.
Esa mística heredada
llevaba el Santa. Hoy seis de setiembre había que jugar lejos del terruño. Mas
allá del cerro Visacaca, lejos del río Higueras. Sin los patas que esperan a la
salida del partido en los eucaliptos. Con árbitros que no tienen corazón y que
a veces actúan como verdaderos jueces, frente a intereses dirigenciales que van
más allá de lo legal y deportivo, contra una prensa motivada no siempre por lo
positivo y que por lo demás no gusta mucho de la participación provinciana.
Así entraba Santa Rosa
a la cancha y tenía que ganar, para demostrar a propios y extraños que la “Copa
Perú” era para los provincianos, no para que sirva de refugio a la mediocridad
capitalina; para dar la razón a Rodolfo Espinar cuando inspiró este torneo, y
sobre todo para decir sí a la apasionada y hermosa terquedad de su presidente,
entrenador, preparador físico, delegado y no sé que más Jorge Espinoza Egoàvil,
que se podía llegar con un equipo auténticamente huanuqueño.
Y de paso se
confirmaría lo que siempre pregonábamos, que en nuestra tierra se podía jugar
un buen fútbol, porque siempre hubo gente con capacidad para jugarlo bien.
Por eso y porque en
toda competencia deportiva es necesario ganar para demostrar ser mejores,
máxime si de por medio está el nombre de la patria chica, de ese Huánuco que
esperaba los resultados por la información radial, con fe unos otros con la
escondida esperanza de una sorpresa y los restantes pensando que sería difícil
ganar al Bata Sol que iba a jugar con
todo, y que además no se le había podido superar en jugando de locales.
Los
gallos se ven en la cancha
Eran once contra once,
los rosados se motivaron frente a las contingencias que pudieran resultarles
adversas y empezaron ganando el partido con anotación de Maco Cardich, luego
vendría el empate limeño. Partido tenso y equilibrado, con momentos de angustia
para ambos arcos. Cisneros demostrando porque se le considera como uno de los
mejores arqueros que ha dado Huánuco. Carlos “Huaquero” Diaz con fuerza y
temperamento, “Ñumi” Cardich con su gran clase para defender el área, Peli
Arauco con su toque desconcertante, Humberto Benancio ponía orden jugando con
toda su experiencia, su trajín en tantas versiones de la “Copa Perú” al lado de
José Luis Cabanillas, Remigio Quijano exigiendo los desbordes y la diagonal de
Lucho Torres o las salidas de Maco Cardich o del “Chileno” José Fernández.
El partido avanzaba. Ya
teníamos noticias de que el A.D.T. ganaba fácil al Loreto. El empate podría ser
negativo por el asunto de la diferencia de goles. El Bata Sol se iba encima con
un árbitro consentidor como se suponía. Hasta que llegó el minuto 23’ del
segundo tiempo, una fuga de Maco Cardich, es barrido en el área, el señor de
negro no tuvo otra alternativa que sancionar la pena máxima.
Todo
desde los doce pasos
Ya se habían jugado las
tres cuartas partes del partido. En Huánuco, en el Modelo todos se olvidan de
lo que podía suceder al León y pendientes en sus receptores. Ya imaginaban a
“Pajarito” Benancio frente al balón, manos en la cintura, sonriente, pie
derecho adelante, imperturbable. Arquero que se mueve de un lado a otro y juega
al boquillazo. Indicaciones del árbitro. El “Pajarito” siempre risueño.
Cualquier cosa podría pasar. Nunca vimos perder un penal a Humberto ¿Por qué
podría ser hoy? Los grandes también perdieron penales. Suspenso. Silencio en el
“San Martín de Porras”. Jorge Espinoza sereno, con la mirada fija en la jugada.
Silencio en el Modelo de Huánuco.
Sonó el silbato, tres
pasos rápidos de “Pajarito”, la toca de derecha, como siempre, con la cara
interna del pie sobre la mitad de la bola, rasante sobre el palo izquierdo del
portero que se tira a ese lado pero no llega. La número cinco descansaba en la
red. En el “San Martín” todos sobre Benancio, mientras que en el Modelo el público
acompañaba en el grito de gol al locutor que desde Lima trasmitía, empezando la angustia porque en Lima el partido termine
de una vez.
Humberto tenía que ser,
no podía fallar, menos ahora cuando como nunca tenía que ser gol. Se impuso su
clase y en ese disparo demostró que ese Santa podía y estaba dispuesto a jugar
contra todo.
Y
llegamos a la final
Y siguió el partido, el
árbitro todo cobraba para adentro. Fue una defensa heroica la de los rosados.
No es posible decir quien dio más de sí, todos se prodigaron hasta la última
energía.
Fue un final dramático,
Cisneros ahogó a las finales un grito de gol arrojándose sobre el palo derecho
ante un tiro rasante desde dentro de su área.
Se había llegado a la final, luego vendría el
Estadio Nacional, ya fue otra historia.
El Santa y otros
equipos pueden y han jugado extraordinarios partidos, pero éste tiene un
significado especial. Llegar a la final de la “Copa Perú” jugando contra todo y
sólo con jugadores huanuqueños, con todo huanuqueño, demostrando lo que se
podía con esfuerzo, mística y amor al terruño.
Por eso en esta crónica
pongo mucho de mi alma. No es posible la neutralidad cuando se tiene que tratar
de traducir la emoción que sentimos los huanuqueños esa tarde, olvidándonos del
León que había salvado la categoría.
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