Sabía lo que constituía
representar su pueblo, lo que significaba ponerse la divisa de Huánuco sobre el
pecho. Ya la había defendido en jornadas de los I Juegos Deportivos Centro
Peruanos en atletismo. También nos había representado en eventos de básquetbol
y fútbol, ahí donde el shot al balón o el lanzamiento a la canasta se ve
inmediatamente reflejado en un resultado, el gol o los puntos son acompañados
por grito jubiloso de las tribunas, mientras el calor sensible vibra en el
cuerpo del triunfador
Ahora, también con
Huánuco en su ser. Se veía en horas pretéritas con la divisa del Leoncio Prado
con la franja roja cruzada sobre el pecho o lanzando a la canasta vestido con la
divisa naranja del Exalumnos o con la
camiseta guinda del seleccionado huanuqueño .Pero ahora no habría el remate que
se grita, el lanzamiento que se corea o el salto que se aplaude, nada de eso.
Era una responsabilidad
diferente, él frente a todos. Confiando en su vista, en su pulso, en sus
nervios, pidiéndole a su arma que no le fallara, que había otras mejores y más
sofisticadas, pero que él confiaba en ella, la acariciaba y miraba con ternura.
Los demás competidores
en su mayoría, habían tenido óptimas facilidades y el apoyo logístico necesario
para una adecuada preparación, bien lo sabía, mas ellos no sabían de lo que él
sería capaz.
Así Guido Ronquillo
Cornelio ingresaba a la competencia de la cuadragésima novena versión del
Gildemeister, principal evento nacional de tiro civil, la mañana del 28 de
noviembre de 1965.
Eran las siete y veinte
de la mañana, cuando se inició la
competencia en el Polígono “General Muñiz”.
Más de cincuenta
competidores clasificados a nivel nacional. Desde hacía cuatro años que no eran
superados los mil puntos.
La jornada, disparo
tras disparo, línea de mira que nace del ojo del tirador hasta el bull,
percusión con el pulso y el cuerpo
firme, nadie grita ni hay aplausos en la tribuna.
Tres series de
disparos, cuarenta balas para cada una de ellas, cada serie una posición: pie,
rodillas y tendido.
Una y cincuenta de la
tarde, seis horas y media de competencia, concluye el principal evento nacional
de tiro civil.
Todos se han retirado.
Los resultados no se ven, hay que esperar, no se sabe se intuye. Guido se
retira con los paisanos y amigos huanuqueños, para retornar después de las
cuatro de la tarde en que darán los resultados oficiales.
Alegría, alborozo por
el encuentro, a hablar de la tierra, del disparo no computado en la posición de
pie. El siente que ha cumplido, que ha dado de sí, que ha luchado por compensar
con su esfuerzo la desventaja que en materia de arma y preparación tenían los
otros competidores.
En el polígono ya desde
las cuatro de la tarde se exhibían los resultados. Con modestia empieza a
buscar su nombre de abajo hacia arriba, parecía no encontrarlo. Alguien le
juega la broma –capaz te han sacado-, río de buena gana. Cuando en el tercer
lugar, con igual puntaje que el segundo, aparecía el nombre de Guido Ronquillo
Cornelio con 977 puntos junto al nombre de su pueblo.
El primer lugar lo
ocupó el arequipeño Guillermo Arenas Lazarte con 1021 puntos, había puesto 351
de pie, 343 de rodillas y 363 en tendido.
El segundo Rodolfo
Torres Salas, también de Arequipa, con 301 puntos en posición de pie, 320 de
rodillas y 363 en tendido
Guido Ronquillo ostentaba 292 puntos en pie con una
bala menos, 326 de rodillas y 359 en
tendido.
Si comparamos sus
puntajes con los del segundo, de no haber mediado la pérdida de un disparo
nuestro paisano ocupaba el segundo lugar, pese a que sí lo logró con igual
puntaje.
Así Huánuco logró su
más importante clasificación en la Gildemeister, insuperable hasta la fecha,
demostrando capacidad y entereza. De esta manera Guido, uno de los deportistas
más completos de nuestra tierra, subía al podio de los triunfadores.
Su nombre junto al de
nuestro pueblo luce orgulloso en el pedestal triunfador del tiro nacional.
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